Purismo (1.1)

La distancia que media entre los BRIGHTON 64 y los FLECHAZOS (y sus epígonos). La cruz del Modernismo, a decir verdad. En palabras de Kiko Amat, en el número 2 de La Escuela Moderna:

Es inevitable preguntarse, con toda la razón, qué falló entonces, donde se torció la idea, quién apuñaló sus gestos grandiosos. No sabría decir el momento exacto en que todo cambió. Sólo recuerdo como a partir de un determinado año empezaron a oírse las primeras voces reclamando reglas; los primeros gritos que trataban de establecer vallas, poner cercados, limitar mentes que volaban alto. Aquellos que nunca habían visto el brillo trataron de amordazarlo; al brillo (¿no es irónico?), que basaba su propia existencia en la búsqueda, la astucia, el secreto, la individualidad, la libertad del super-Yo. A partir de allí la idea mod tal y como yo la vi, como diría Nik Cohn en King Death (un símil que ya efectuó Kevin Pearce para hablar del fin de lo mod en los sesenta) “sería vulgarizada, pervertida, traicionada. Cien a uno, sus nuevos practicantes no compartirían sus propios principios elevados y la venderían al mejor postor”. Muy adecuado.
Con el tiempo empezó a surgir una reacción, muy parecida a las reacciones políticas que suceden a las grandes revoluciones. Pedían todas las cosas que eran anatema al brillo: limitación, imitación, tradición, repetición. Finalmente, lo mod quedó adscrito a una mera repetición de detalles pasados. Desapareció el izquierdismo a ultranza, tan frecuente en aquellos primeros mods que conocí. Desaparecieron los cabellos largos, ropas extravagantes, desaparecieron aquellos ruidos amables de discos ignotos y desapareció la posibilidad, aquella posibilidad, ese momento potlatch, irrepetible, de cambiar tu propia vida sin vuelta atrás.

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